Leyendo las aventuras de
Wonko en Hongkong me acordé de un asunto particularmente gracioso que me pasó en esa misma ciudad en 1983 y que no había contado nunca antes para no manchar mi reputación de
hombre correcto con altos estándares morales. Pero que diablos, ya han pasado 22 años así es que supongo el asunto que no manchará demasiado mi reputación, además que como dice una amiga muy sabia, puedo alegar en mi defensa que
curado no vale.
Resulta que estábamos alojados en el
Royal Garden -gastándome lo que no tenía- con mi flamante amigo italiano
Antonio Zucaronni, quien tenía muchísima más plata que yo y no se iba a conformar con pasar su segunda noche en la ciudad sin conseguir unas mujeres. Así fue como llamamos a un lujoso taxi (la única vez en mi vida que he andado en un auténtico Rolls Royce) y le pedimos al chofer que nos llevara adonde las mejores chicas de la ciudad.
Llegamos a un club oscuro, con enormes peceras y cuero en las paredes y la mama-san (
cabrona) nos presentó seis chicas muy jovenes, cual de todas más linda. Antonio eligió la más espectacular y yo la menos llamativa, pensando que seguramente sería la más más económica, había música de blues y nos pusimos a bailar muy contentos cada cual con su pareja. Me acordé de un amigo que decía
"estas cosas se hacen rapidito mhijo" así es que sin mucho preámbulo le pregunté a la chica cuales eran los servicios, condiciones y precios. "Bueno," me dijo ella, "nosotras no somos prostitutas (jeje pensé yo) pero hacemos escort service, te podemos acompañar a cenar, bailar o a alguna entrevista de negocios o lo que quieras, somos estudiantes universitarias y no te dejamos mal en ninguna situación pero es solo compañía,
dos mil hongkong dollars por salida".
Con esa explicación me quedó claro que no teníamos nada más que hacer allí, así es que con algún esfuerzo logré despegar a Antonio de su pareja, lo llevé al baño y le expliqué como era la cosa. Pero Antonio se negó rotundamente a irse, me dijo que el ya había llegado a acuerdo con su chica (no me imagino como porque no hablaba nada de inglés) y que seguramente la que yo tenía no quería ir conmigo, me dijo que buscara otra. Después de discutir un rato Antonio siguió firme en su postura y yo me fuí al hotel dejándolo, enamorado como un colegial.
Como a las 3 o 4 de la madrugada golpean la puerta del hotel y para mi sorpresa venía Antonio abrazado con su preciosa china, "bueno", dije yo, "me voy a dormir al lobby y que se diviertan"pero la chinita dijo "¡por ningún motivo, nos quedamos los tres o me voy!". Diablos -pensé- nunca habia tenido alguna experiencia de esa clase y después de dudarlo por tres milésimas de segundo me dije a mi mismo "será el destino" y así fue que nos quedamos los tres en la pieza.
Y empezamos a hablar y hablar y hablar, de pronto Antonio haciéndome un guiño se metió al baño. Y la chinita hablaba y hablaba hasta que mi amigo salió del baño, pero en traje de Adán, o sea completamente pilucho. El grito que pegó la china al verlo se debe haber escuchado hasta en Macao, indignada empezó a pegarle carterazos gritandonos que eramos unos desgenerados y que llamaría a seguridad para que nos metieran a los dos presos, Antonio trataba de calmarla en italiano pero eso la enfurecía cada vez más, mientras yo con mi pobre espanglish le pedía que por favor se calmara y le aseguraba que era todo un malentendido.
Finalmente se calmó, pero contrario a lo que pensábamos la chinita no se fué, sino que se instaló en un sillón y procedió a desvalijar el carísimo frigo bar, se llevó hasta las papas fritas de 20 dólares el paquete, cada cosa que se echaba a la cartera era una puñalada a mi corazón. Luego se largó con un monólogo de horas y horas insultándonos y hablando sobre si misma, medio en inglés medio en chino mientras nosotros nos desesperábamos al ver que no quería irse. Finalmente a las 8 AM del día siguiente se fué no sin antes regarnos de insultos y recriminaciones.
Pasamos todo el día deprimidos con el recuerdo de la china maldita, pero a la noche Antonio ya estaba repuesto y listo para salir nuevamente a la carga, esta vez invitando minas en plena calle. En fin, pasamos dos semanas maravillosas y me gasté todos los ahorros de un año, Antonio era un verdadero Vittorio Gasmann además de muy pintoso (en el hotel le decían "Mastroianni").
Y esa fue la triste historia de nuestro primer chasco en Hongkong, pero a partir de ese día cambió nuestra suerte y nos empezó a ir mucho mejor. Lástima nomás que las otras aventuras son
absolutamente impublicables.
Y a propósito una curiosidad, viendo la web del hotel Royal Garden las tarifas son prácticamente las mismas que hace 22 años atrás ¿como se explica esto? ¿no ha habido inflación en el mundo?