LOS BUENOS HERMANOS

Mis queridos niños, a ustedes les dedico esta historia llena de moral y buenas enseñanzas:

Plutarco y Peladio eran dos hermanos enamorados de la voluptuosa Pantaleona, que jugaba con ambos diciendo un día “sí” a uno, y al día siguiente que “bueno” al otro. Esto fue metiendo el bicho de la enamistad entre los dos que, por lo demás, antes de conocer a la voluptuosa, habían sido hermanitos inseparables.

Y así fue como Plutarco, el más filósofo y calladito comenzo a idear un plan para asesinar a su hermano. Pensaba y pensaba pero no veía forma, no encontraba la oportunidad de pillarlo solo, para poder hincarle el cuchillo que afilaba cada noche a la hora en que todos dormían.

La verdad es que Pantaleona tenía su asunto con Pepito, el cocinero de la casa, pero como Pepito no tenía plata lo que a ella le interesaba era casarse con alguno de los hermanos (ambos eran ricachones) y mantener a Pepito como amante. Plutarco era dueño de todas las micros mientras que Peladio tenía el bar más popular de Pelotillehue. Así, cuando Pantaleona soñaba que contaba plata de las micros se iba con Plutarco, mientras que otras noches soñaba que se amanecía juergueando en la caja del bar y llamaba a Peladio, que problema, no había como decidir. Pepito era el más tranquilo, porque sabía que cualquier cosa que eligiera Pantaleona, a el nada le iba a faltar.

Y pasó lo que tenía que pasar, finalmente Plutarco tuvo su oportunidad y la aprovechó con entusiasmo, enterrando sesenta y tres puñaladas al pobre Peladio que solo atinaba a decir “no en la cara por favor hermano, que quiero morir buenmozo”, recordando cuanto se habían querido Plutarco no le dió ni una sola cuchillada en la cara a su hermano inseparable quien murió impecablemente intacto, por lo menos en lo que se veía por la ventanilla del ataud. Bueno, y ya no fueron más inseparables.

Pasó el día de duelo y vino el matrimonio, "el muerto al hoyo y el vivo al bollo" dijo Plutarco (que además heredó el bar de su hermano por ser su pariente directo) y la boda fué una de las mejores fiestas que se recuerden en la historia de Pelotillehue, tiraron el bar por la ventana.

El cuento debería terminar ahora que todo quedó atado y bien atado: Ganaron los malos, perdieron los buenos y el villano se casó con la niña, fueron felices y comieron perdices, pero la realidad fue otra porque Pantaleona apenas casada empezó a ponerse fea y vinagre, lo peor fué que le comenzaron a salir unas durezas por todo el cuerpo de las que crecían ramas con hojas y todo, Plutarco maldecía su mala suerte cada vez que le tocaba podarla y al pobre Pepito se le hacía cada día más dificil ganarse la vida de la manera que ustedes, mis queridos niños, se deben estar imaginando.

Plutarco que era un hombre práctico decidió que ya era hora de volver a usar el cuchillo, que tan bien le había servido para su hermano, así es que una noche en que Pantaleona roncaba plácidamente (otra cosa que Plutarco detestaba) ¡ZAZ! Le empezó a dar de cuchilladas. Pero Pantaleona ya estaba dura como palo y en lugar de sangre le saltaban astillas, con tan mala suerte que una se le incrustó al Plutarco -Pluto para los amigos- debajo de la uña. Pantita ni siquiera se despertó.

Al otro día mientras almorzaba Pluto notó que el dedo astillado lo tenía como chicle y esa misma noche se le empezó a disolver como si lo hubiese metido en el ácido, en una semana había perdido el brazo y así sigió derritiéndose hasta que le desapareció todo el lado derecho, todos se reían del pobre Pluto y le hacían bromas llamándolo el "medio Pluto", bueno, todos se reían menos uno naturalmente. Pantaleona solo se sonreía para sus adentros pensando que en poco tiempo se iba a quedar dueña de todo.

Y así nomás fue porque en menos de un mes una mancha como de grasa en la cama era lo único que quedó del pobre Pluto "no hay peor astilla que la del mismo palo" le comentó -muerta de la risa- Pantaleona a Pepito, su futuro -nuevo- marido.

Ustedes, mis niños queridos, creerán que ahora si se acaba la cosa, pero todavía hay más historia. Resulta que ese mismo año llegó una plaga de termitas a Pelotillehue y la otrora bella y voluptuosa Pantaleona se empezó a llenar de picaduras como de viruela. Nadie se atrevía a burlarse en su cara pero a sus espaldas la gente -siempre tan mala- le decía "la cara de pan de pascua", porque efectivamente, con el ataque de las termitas parecía que en la cara le salían nueces, pasas y fruta confitada. Un día que Pepito cumplía con sus sagrados deberes de esposo sintió que Pantaleona se desarmaba, y así fue, porque sin darse cuenta ya tenía la pura cascarita de madera, las termitas se la habían comido entera por dentro. Pepito quedó nadando en medio de un montón de aserrín.

Y aquí termina este cuento con el sabio y sacrificado Pepito dueño de un bar y de la flota de micros ¿creen ustedes, mis niños que le pasó algo malo? ¡nada!, vivió más de cuatrocientos cincuenta seis años y se murió finalmente atragantado por un hueso de pollo en medio de un gran banquete que hicieron sus amigos para su cumpleaños.

MORALEJAS
Este cuento niños queridos tiene no una, sino varias moralejas:
1.No confíes ni en tu hermano (moraleja aportada por Peladio)
2.Si vas a asesinar a alguien, cuida de no romperle la cara (aportada por Plutarco)
3.De haber sabido me hubiera fumigado más seguido (aportado por Pantaleona)
4.La perseverancia siempre recibe su premio y mucho ojo con los huesos de pollo (aportado por Pepito)

Y colorín colorado este cuento ha terminado

TELON