En estos días ando como el ministro de hacienda, a todo lo que me pasa le veo el lado bueno. Fíjense que estaba pensando que este es el mejor momento para andar sin ni un peso en el bolsillo. Tengo que aceptar que algunos tiempos andaré con plata y otros en la miseria, por mis sistema adverso a la seguridad económica. Pero no siempre fué así señores.Varios años atrás, en los noventas, yo ganaba harta plata con los primeros proyectos de inversión pública, y después que me aburrí de gastarla en vino, mujeres y canciones -menos mal que me aburrí luego- y de comprarme un auto nuevo, computadores y otras cosas más o menos inútiles, me puse a juntar para comprarme la casa y después construir. La cosa es que en un momento tenía como 20 millones de pesos en billetes -no es broma- porque cambiaba los cheques en efectivo y escondía los billetes adentro del gabinete de un computador que no usaba. Igualito que las viejas.
Como arrendaba una pieza de pensión y no tenía mayores gastos, la plata se me empezó a acumular y la contaba todos los días como Rico Mc Pato, pero empecé a preocuparme de que alguien entrara a la pieza y me robara el computador, maldiciera su mala suerte al ver que no prendía y luego se llevara la sorpresa de su vida al abrirlo. Llegué a soñar que me pasaba eso. Además empecé a tentarme al ver los intereses qu pagaban por depósitos a plazo, que en esos años eran casi el 2% mensual. Así es que después de mi primera alegría llegaron mis primeros problemas: que hacer con los billetes que se iban acumulando.
Al contrario de lo que se piensa no es fácil decidir que se hace con la plata cuando a uno se le acumula, existen varios problemas partiendo por el de esconderla del inspector de impuestos, como guardarla físicamente y como evitar que vaya perdiendo su valor. Y me empecé a quebrar la cabeza revisando cada una de mis alternativas.
En teoría la mejor alternativa era invertirla en un buen negocio, pero eso significaba riesgo y trabajo, además nuy pocos años antes yo había tenido una bancarrota espantosa y no quería repertirme el plato por ningún motivo. Lo otro era seguir acumulándola, escondida en algún lugar seguro, pero el miedo a que me robaran, especialmente cuando movía los billetes de un lugar a otro me tenía enfermo. Así es que opté por los depósitos a plazo, tomé dos depósitos en bancos distintos rogando por que no viniera ningún crack financiero ni nada de eso.
Es muy rara la sensación de llegar a un banco con paquetes de billetes y salir con un pedazo de cartulina, con la advertencia de que si se me pierde me voy a pique. La verdad es que nunca me sentí cómodo con el asunto de los depósitos, ni siquiera cuando iba a renovarlos, porque me pareció que era una solución para flojos y cobardes Claro, todavía no se desarrollaba en mí el culto a la flojera. Incluso una vez tuve extraviado un certificado de depósito y mejor ni les cuento lo mal que lo pasé.
La cosa es que estuve buscando todo un año hasta que encontré una casa que se vendía en 8 millones, la compré sin verla y entre arreglos, pitos y flautas, me gasté dos o tres veces esa cantidad mientras sigue construída a medias. Pero la casa y las fallas de los autos finalmente fueron la solución a mi problema de tener plata acumulada, en un par de años me quedé sin ni uno y volví a la economía de subsistencia que he tenido la mayor parte de mi vida.
Lo peor es que pasados los años, ya no tenía ni uno, cuando me llegó una carta con el membrete del Servicio de Impuestos Internos donde amablemente me citaban al departamento de fiscalización para que "justificara el origen de fondos". Resulta que me cazaron con los malditos depósitos a plazo, y no les cuadraba que habiendo ganado tanta plata hubiese vivido como pobre durante todos esos años.
La amable fiscalizadora -que a todo esto estaba más o menos- me hizo una presunción de mis gastos y luego una de esas ofertas que no se pueden rechazar: "firma aquí por el pago voluntario de impuestos no declarados o nos vamos a juicio. Al puro estilo Homero Simpson le dije "vengan esas firmas" y firmé todo lo que me puso por delante.
Luego que firmé le expliqué que no tenía ni un centavo, que podían tomarme de los pies, ponerme boca abajo y sacudirme y de mis anémicos bolsillos solo saldrían miguitas de pan, tal vez un clip. No me creyó mucho, pero me dijo que no me preocupara, porque tesorería me iba a dar una cuponera para pagar la deuda en 10 cuotas. Por supuesto que cuando llegó la maldita cuponera la boté a la basura como si tuviera sarna, y durante años no me devolvieron los pagos provisionales de los impuestos a cuenta de esa y otras deudas que tengo con papa fisco.
En fin, me pillaron igual que Al Capone, yo que había hecho tanta cosa ilegal en mi pervertida vida y me vinieron a agarrar por los impuestos, más encima injustamente. Pasaron los años y en diciembre del 2006 me cortaron el agua. Y así he andado pato y feliz desde entonces sin preocupaciones de ninguna clase aparte de cosas menores como pagar las cuentas, pero siempre aparece algo, Dios aprieta pero no ahorca.
Ahora le veo el lado bueno al maldito asunto: durante años tuve ingresos en dólares, ahora estaría enfermo con la devaluación, un problema menos. No me preocupa que me roben, ni perder intereses, ni perder un maldito certificado de depósito y, lo mejor de lo mejor, me muero de la risa cada vez que paso frente al edificio del Servicio de Impuestos Internos. Hay cosas que son impagables, pasar por el SII y hacerle "hichipirichi" es una de las mayores alegrías de mi triste vida.




Encontré en el blog de Jerry Pournelle una carta muy divertida de Satoshi Kanazawa, que traduzco a continuación,

Me escribe el sobrino de un amigo contándome una idea de proyecto de inversión que tiene, me manda el perfil y pide que le de unos consejos. Aunque estoy medio retirado de esas pistas, años atrás tuve bastante experiencia con el sistema de inversión pública.

Esta me la encontré en la web del 