“Me ha sorprendido mucho que uno de los insultos que se ha instalado para referirse a mi persona es el de Merluzo. No sé si lo habían escuchado, que parece que es como una acepción española. Y un sector lo tomó y en redes sociales me dicen Merluzo“.
“... una señora gritaba ‘merluzo, mamarracho’, y yo pensaba que esa señora cuando abre sus redes sociales seguramente debe tener puras interacciones que le refuerzan esos mismos prejuicios y opiniones, y seguro vota Rechazo“.
Pobre Boric, el merluzo, yo creo que de saber lo que se le venía encima no habría sido jamás candidato. La incapacidad para tomar con humor el sobrenombre que le estampó un periodista español selló su condena. Todo fue consecuencia de desairar al rey Felipe VI. Los españoles tienen un instinto infalible para insultar sin ser groseros: pelmazo, follón, cabeza mal amoblada y cosas por el estilo. Merluzo es una de esas burlas ibéricas para etiquetar al tontito del pueblo, lo leí por primera vez a Gene Fernandez en Twitter, que lo usaba para piconear a los que le caían mal y me hizo mucha gracia.
Pero Chile es el país de los sobrenombres y en nuestra historia política ninguno de los destacados se ha salvado de tener un sobrenombre
Ibañez, el caballo, algunos dicen que era por ser oficial de caballería y tenía las piernas arqueadas, otros porque hacía política a patadas. También algunos le pusieron el paco, ya que fue el fundador del Cuerpo de Carabineros
Arturo Alessandri Palma, el león de Tarapacá, fue el primer presidente que no venía de la aristocracia así es que tuvo que hacerse marketing él mismo, era un gran acuñador de frases como esa de "mi querida chusma"para referirse a la muchedumbre, yo tengo pocas dudas que eso de "el leon" se lo puso él mismo
Juan Esteban Montero, don one-step, fue el primer presidente radical y su mandato duró como 7 meses solamente "one-step" es el nombre de un baile que estaba de moda en esos años, no tengo idea del origen de su apodo, tal vez no tenía ninguna gracia y la revista Topaze tenía que buscarle sobrenombre y fue lo primero que encontraron.
Gustavo Ross, el mago, fue el ministro de finanzas de Alessandri en su última presidencia, con el país ruinas por la Gran Depresión de los 30 y el derrumbe de la industria salitrera en el norte. Ross fue el artífice de uno de los primeros milagros económicos que tuvo Chile saneando y haciendo prosperar la economía en una situación imposible. Fue candidato a presidente para suceder a Alessandri, pero tuvo la mala suerte que vino la matanza del Seguro Obrero y perdió por un pequeñísimo margen, gracias a que los nazis votaron por
Pedro Aguirre Cerda, don tinto, la leyenda urbana dice que era un humilde profesor, nada más lejos de la realidad. Aguirre Cerda era un acaudalado empresario que pocos años antes de ser elegido había formado la Compañía de Petróleos de Chile COPEC, que existe hasta hoy, y uno de sus socios fue Ross, su rival en la elección, lo que demuestra una vez más eso de que "la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas". La revista Topaze le puso "don tinto" porque era dueño de una viña en Conchalí que producía vino tinto, blanco, pipeño y chacoli. Murió antes de terminar su mandato.
Juan Antonio Ríos, don mandantonio. Rios era lo que en Chile conocemos como "un huaso bruto", tenía un genio de los mil diablos y hasta las pequeñas diferencias de opinión las resolvía a bofetadas y rebencazos, era exageradamente mandón y de allí su sobrenombre. Igual que su antecesor, murió antes de terminar su mandato, pero a diferencia de Aguirre Cerda, a él no lo santificaron.
Gabriel Gonzalez Videla, gabito, fue uno de los presidentes más corruptos que ha tenido Chile, mentiroso y traicionero como el solo... pero también fue uno de los presidentes más simpáticos y amigueros que hemos tenido. Mi mamá me contaba que ella vió cuando terminó su mandato como se robaban muebles y hasta cortinas del Palacio de Cerro Castillo en Viña del Mar.
Gabriel Valdés Subercaseaux el conde. Fue el gran presidente que nunca tuvimos gracias a la jugarreta traicionera que le hizo Eduardo Frei Ruiz Tagle, de familia y modales muy refinados siempre se movió en el ámbito de la diplomacia. Sin embargo hubo otro político mucho más aristocrático que él: Francisco Bulnes Sanfuentes conocido como don Pancho o el marqués por sus muchísimos amigos. Uno de los políticos más respetados que hemos tenido, además que tenía realmente el título nobiliario de marqués en España.
Jorge Alessandri, el paleta. Hijó de el león de Tarapaca le pusieron el apodo de "el paleta" por lo paleteado (buena persona en jerga chilena), era extremadamente correcto y frugal, no era un tipo que andaba estrechando manos ni repartiendo sonrisas, siempre caminaba por el centro, solo o con un secretario con cara de enojado, yo lo vi varias veces, mucha gente lo adoraba y le aplaudía y él seguía como si nada. Casi le gana a Allende en 1970. La prensa de izquierda fue mucho menos amable con él y el diario Clarin "¡firme junto al pueblo!" le apodó "la señora" insinuando una posible homosexualidad ya que murió solterón.
Eduardo Frei Montalva, narigón Frei, fue el presidente colocado por el Departamento de Estado y la Alianza para el Progreso de los Estados Unidos, su única gracia es que "érase un hombre a una nariz pegado" como diría el gran Quevedo.
Salvador Allende, el chicho, el pije, bigote blanco. Los dos primeros apodos se lo decían principalmente sus amigos, chicho es diminutivo de Salvador, pije es un tipo muy atildado y que gasta mucho en ropa. Cuando fue presidente sus enemigos políticos le pusieron bigote blanco.
Augusto Pinochet, pinocho, el tata. Casi todos le decían de manera coloquial pinocho, mientras que sus admiradores, cuando dejó la presidencia le pusieron el tata, es decir el abuelito. La prensa de izquierda trató de colgarle muchos sobrenombres hirientes, pero ninguno llegó a pegar en la gente común.
Si vamos más lejos en la historia vderemos que esa costumbre de los sobrenombres es muy antigua, por ejemplo el conquistador García Hurtado de Mendoza, el emplumado, fue apodado así por la gente de La Serena, porque llegó a Chile espléndidamente vestido y equipado mientras que los chilenos vestían poco menos que en harapos, por eso don García les puso "los rotos de Chile"
Bernardo O´higgins, el huacho, le pusieron así sus enemigos por su condición de hijo natural de Ambrosio Ohiggins, que llegaría a ser virrey del Perú, pese a ser hijo fuera del matrimonio, don ambrosio lo mandó a estudiar a Inglaterra, mala idea para él porque allá conoció a Francisco de Miranda que lo inoculó con el virus independentista
Ramón Barros Luco, el burro loco, unos de los presidentes más pintorescos que ha tenido Chile, famoso por sus geniales bromas que las decía con el semblante totalmente serio. A mi me cae muy bien burro loco, fue un crack.
Diego Portales, el estanquero, le pusieron así sus enemigos porque tuvo la concesión del estanco (monopolio estatal) del tabaco, que resultó un completo fracaso. A diferencia de nuestro merluzo, don Diego no se achicó por el sobrenombre, al contrario, le hizo gracia y con sus seguidores formó el partido de los estanqueros. Al hombre le gustaba reirse de si mismo, aceptaba y hacía bromas muy crueles, pero cuando un español escribió en un diario la cuartilla "El uno y el otro", lo mandó a desterrar, ahí se le terminó la paciencia. La cuartilla .en parte- decía así
"El uno cubiletea, el otro firma nomás
el uno se llama Diego, el otro José Tomás"
"Cubiletear" es jugar a los dados y con "el otro" se refería a José Tomás Ovalle, que era el presidente, siendo don Diego su ministro.
José Manuel Balmaceda, el champudo, sus enemigos le pusieron así por la abundante melena que usaba a la moda de los afrancesados románticos ¡que muera el champudo! ¡murió el champudo! gritaban sus enemigos durante la Revolución de 1891.
Como ven Chile tiene una larga tradición de ponerle sobrenombre a todos, a mi me pusieron varios en el liceo y la universidad pero ninguno pegó. El más acertado fue "el boxitracio", en alusión al canguro de Hijitus y Anteojitus, que estaba de moda a comienzos de los 80. El sobrenombre me venía muy bien porque en esos años tenía un aspecto estrafalario y una voz chillona y disonante, me cuadraba justo.
Pero no pegó, el sobrenombre me lo puso mi compañero Gildo Trillo, que le ponía chapa a todos ¿se han fijado que siempre hay uno que pone los sobrenombres? Bueno, la cosa es que yo en venganza le puse "saltillo y peillo", que después quedó acortado a saltillo solamente, y ese pegó porque hasta el día de hoy hablamos del saltillo y sabemos de quien se trata.