Cada vez que abro el correo electrónico me preparo para ver que trae esa caja de sorpresas que es mi bandeja de entrada, y van apareciendo amigos de los que no sabía hace años, mis primos que viven lejos, los comentrarios del blog y de vez en cuando alguna nota de gente que vivió en Arica y todavía la recuerdan con nostalgia: algunos hicieron el servicio militar, otros estudiaron en la Tarapacá o la Norte, la mayoría con divertidos recuerdos de las clases que les hizo mi amigo el jote Viera.
En fin, entre ellos recibí hace un tiempo un mail de Eduardo Villegas diciendo que por que no escribo algo de lo que fue Arica para los que fuimos jóvenes (jaja, yo todavía soy joven) en los ochentas.
Eduardo me mencionaba a algunos de los top ten del carrete de entonces,
"los guatones Karl, el Marcello y Pato Pescetto, el Pancho Fraile el Mario Cerda, el Titin Kukulis, Julio Pino, el guatón Bumel Fux, las pinturitas Verónica Saba etc. Los Melus y en fin tanto compadre que dio vida a esos días de Arica, donde a nadie nos importaba el futuro". En fin, la lista es larga y por un minuto voy a olvidar que hay muchos no ariqueños que leen esto y trataré de recordar un poco esos años en que fuimos tan felices e irresponsables.
Ya viene, la fuerza, la voz de los ochentasEsos fueron mis años de universidad (entré en 1978) y desde esa perspectiva los recuerdo. En el 81 más o menos
se inventó la pasta base que casi todos terminamos fumando como chinos en el "Campus Baviera", un antro de perdición ubicado en calle Colón frente a los bomberos. Los baños del Baviera fueron el supermercado donde los dealers de la droga se hicieron el gran billullo durante varios años.
Al final algunos quedaron pegados y otros tantos se arruinaron económicamente, como todas las cosas la droga finalmente pasó de moda en los noventas y hoy solo quedan los delincuentes y los pegados que todavía no se han muerto.
El Baviera consistía en un larguísimo pasillo con mesas en un costado, al fondo una pequeña barra con un espacio chiquito, detrás un patio y el antro de perdición: los baños. Fue el primero en vender cervezas en botellas de a litro, una gran idea que ahora recogen la mayoría de los antros partiendo por el "The End".
Para los más
finitos estaba el Bowling en la costanera, a un lado del Morro de Arica con un tobogán gigante en la ladera del morro y una cancha para patinaje donde el viejísimo profesor Erich Glass se lucía haciendo piruetas, un gran valor y un buen amigo don Erich, hasta el día de su muerte, aunque tenía un caráctes de los mil demonios.
Durante los setentas todo el movimiento se concentraba en el "Parador Turistico" a la entrada de la Isla del Alacrán, pero a principios de los ochentas todos se fueron al mítico
Cuchi-Cuchi" ubicado en la punta de la Playa Brava, era impresionante ver los centenares de autos que se juntaban allí de madrugada a encontrarse, conversar y tomar una cerveza o un "combinado" que consistía en una botella de pisco mezclada con una CocaCola de a litro vendida en la botillería oficial de la ciudad en esos años;
el Cali.
Con el paso de los años Arica siempre ha mantenido algunas constantes como
la botillería oficial, que es el lugar donde todos van a comprar y donde el dueño conoce a toda la juventud alcoholizada de la ciudad: la más antigua que puedo recordar fue el
Cali de la familia Rocco, luego una en Calle Maipú cuyo nombre se me olvidó, después fué
Don Chumingo del gran pelado Renato del Real y hoy son el
Bodegón y
Chuminguito dos botillerías que se reparten la clientela en la esquina de San Martín con Ohiggins.
Otra constante es
el punto de encuentro, adonde va todo el mundo y que es por tradición histórica zona liberada para consumir alcohol en la vía pública (siempre que se respeten los límites del orden, claro), según recuerdo este lugar ha sido en orden consecutivo el
Parador Turístico, luego el
Cuchi-Cuchi y actualmente la
Isla del Alacrán, por donde pasan de madrugada los carabineros, a veces con las balizas encendidas pero sin molestar a nadie y se ponen los fines de semana a controlar que los conductores anden con los papeles en orden.
Los de la (des)generación de los ochentas hoy son todos cuarentones y cincuentones, los que quedamos en Arica seguimos yendo como si nada a la Isla a tomar unas cervezas y hablar de las mismas tonteras de siempre, antes íbamos a cazar minas y hacer caballitos con el auto en los cerros (
¡este es un buggy! era mi grito de combate), ahora mucho más tranquilos cuando vemos a alguien haciendo acelerar el motor decimos "ojala te mates idiota". Los muchachos de entonces ya no somos los mismos.
¿Que habrá sido de ellos? por ahí los veo a veces, la mayoría viejos y oxidados, el guatón Bummel está más gordo que antes, el guatón Camán (que fue concesionario del Cuchi-Cuchi y ahora es del Kamikaze) está como unos 10 gramos más flaco, la Verónica Saba todavía ricarda, lamentablemente no se puede decir lo mismo de la mayoría de las demás lolas de esa época.
Algunos se perdieron en la droga, otros estuvieron hasta el cuello y después la dejaron, la mayoría la probamos en abundancia y nunca enganchamos. De muy pocos se podría decir que están bien económicamente, a lo más algunos sobrevivimos en equilibrio precario, la mayoría de las grandes expectativas jamás se cumplieron y en términos de prosperidad económica creo que fuimos una generación perdida. Ahora a veces voy a la playa y no encuentro a nadie conocido, ayer por suerte me encontré con
mi linda amiga Cindy y nos estuvimos acordando de esos tiempos felices y despreocupados. En fin, ya estoy chocheando de nuevo.