Los Cuatro Libros Clásicos
-Confucio-
Primer libro clásico
Es preciso conocer el fin hacia el que debemos dirigir
nuestras acciones. En
cuanto conozcamos la esencia de todas las cosas, habremos
alcanzado el estado de
perfección que nos habíamos propuesto.
Desde el hombre más noble al más humilde, todos tienen
el deber de mejorar y
corregir su propio ser.
¿No sería más eficaz lograr que fueran innecesarios
los juicios?, ¿No resultaría
más provechoso dirigir nuestros esfuerzos a la eliminación
de las inclinaciones perversas de los hombres?
Para conseguir que nuestras intenciones sean rectas y
sinceras debemos actuar
de acuerdo con nuestras inclinaciones naturales.
Cuando el alma se haya agitada por la cólera, carece de
esta fortaleza; cuando el
alma se halla cohibida por el temor, carece de esta
fortaleza; cuando el alma se halla
embriagada por el placer, no puede mantenerse fuerte;
cuando el alma se halla abrumada por el dolor, tampoco
puede alcanzar esta fortaleza. Cuando nuestro espíritu
se haya turbado por cualquier motivo, miramos y no vemos,
escuchamos y no oímos, comemos y no saboreamos.
Raras veces los hombres reconocen los defectos de
aquellos a quienes aman, y
no acostumbran tampoco a valorar las virtudes de aquellos
a quienes odian.
Lo que desapruebes de tus superiores, no lo prácticas
con tus subordinados, ni lo
que desapruebes de tus subordinados debes practicarlo con
tus superiores. Lo que
desapruebes de quienes te han precedido no lo practiques
con los que te siguen, y lo que desapruebes de quienes te
siguen no lo hagas a los que están delante de ti.
No dar importancia a lo principal, es decir, al cultivo
de la inteligencia y del
carácter, y buscar sólo lo accesorio, es decir, las
riquezas, sólo puede dar lugar a la
perversión de los sentimientos del pueblo, el cual también
valorara únicamente las
riquezas y se entregará sin freno al robo y al saqueo.
Si el príncipe utiliza las rentas públicas para
aumentar su riqueza personal, el
pueblo imitará este ejemplo y dará rienda suelta a sus
más perversas inclinaciones; si, por el contrario, el príncipe
utiliza las rentas públicas para el bien del pueblo, éste
se le mostrará sumiso y se mantendrá en orden.
Si el príncipe o los magistrados promulgan leyes o
decretos injustos, el pueblo no los
cumplirá y se opondrá a su ejecución por medios
violentos y también injustos. Quienes adquieran riquezas
por medios violentos e injustos del mismo modo las perderán
por
medios violentos e injustos.
Sólo hay un medio de acrecentar las rentas públicas de
un reino: que sean
muchos los que produzcan y pocos los que disipen, que se
trabaje mucho y que se gaste con moderación. Si todo el
pueblo obra así, las ganancias serán siempre
suficientes.
Segundo
libro clásico
La situación en que nos hallamos cuando todavía no se
han desarrollado en
nuestro ánimo la alegría, el placer, la cólera o la
tristeza, se denomina "centro". En cuanto
empiezan a desarrollarse tales pasiones sin sobrepasar
cierto límite, nos hallamos en un estado denominado
"armónico" o "equilibrado". El
camino recto del universo es el centro, la armonía es su
ley universal y constante.
Cuando el centro y la armonía han alcanzado su máximo
grado de perfección, la
paz y el orden reinan en el cielo y en la tierra, y todos
los seres alcanzan su total
desarrollo.
El hombre noble, cualesquiera que sean las circunstancias
en que se encuentre se
adapta a ellas con tal de mantenerse siempre en el centro.
En cuanto conseguía una
nueva virtud, se apegaba a ella, la perfeccionaba en su
interior y ya no la abandonaba en toda la vida.
Mucho más excelente es la virtud del que permanece fiel
a la práctica del bien,
aunque el país se hay carente de leyes y sufra una
deficiente administración.
El camino recto o norma de conducta moral debemos
buscarla en nuestro interior.
No es verdadera norma de conducta la que se descubre
fuera del hombre, es decir, la que no deriva directamente
de la propia naturaleza humana.
Quien desea para los demás lo mismo que desearía para sí,
y no hace a sus
semejantes lo que no quisiera que le hicieran a él, éste
posee la rectitud de corazón y
cumple la norma de conducta moral que la propia
naturaleza racional impone al hombre.
La perseverancia en el camino recto y la práctica
constante de las buenas obras,
cuando han alcanzado su prado máximo de perfección,
producen óptimos resultados; del mismo modo, el fiel
cumplimiento del deber dará lugar a beneficios sin límite,
siendo su causa unas fuerzas de naturaleza sutil e
imperceptible.
Existen cinco deberes fundamentales, comunes y tres
facultades para practicarlos.
Estos deberes se refieren a las cinco relaciones
siguientes: las relaciones que debe existir entre el príncipe
y los súbditos, entre el padre y sus hijos, entre el
marido y la esposa, ntre los hermanos mayores y los
menores, y entre los amigos. El recto comportamiento en
estas cinco relaciones constituye el principal deber común
a todos los hombres.
Para el buen gobierno de los reinos es necesaria la
observancia de nueve reglas
universales: el dominio y perfeccionamiento de uno mismo,
el respeto a los sabios, el
amor a los familiares, la consideración hacia los
ministros por ser los principales
funcionarios del reino, la perfecta armonía con todos
los funcionarios subalternos y con los magistrados, unas
cordiales relaciones con todos los súbditos, la aceptación
de los consejos y orientaciones de sabios y artistas de
los que siempre debe rodearse el gobernante, la cortesía
con los transeúntes y extranjeros, y el trato honroso y
benigno para con los vasallos.
Si antes de ponernos a hablar determinamos y escogemos
previamente las
palabras, nuestra conversación no será vacilante ni
ambigua. Si en todos nuestros
negocios y empresas determinamos y planeamos previamente
las etapas de puesta
actuación, conseguiremos con facilidad el éxito. Si
determinamos con la suficiente
antelación nuestra norma de conducta en esta vida, en
ningún momento se verá nuestro espíritu asaltado por
la inquietud. Si conocemos previamente nuestros deberes,
nos resultará fácil su cumplimiento.
El que no es fiel y sincero con sus amigos, jamás gozará
de la confianza de sus
superiores.
Cuando el hombre prudente es elevado a la dignidad
soberana, no se enorgullece
ni envanece por ello; si su posición es humilde, no se
rebela contra los ricos y poderosos. Cuando el reino es
administrado con justicia y equidad, bastará su palabra
para que le sea conferida la dignidad que merece; cuando
el Reino sea mal gobernado, y se produzca disturbios y
sediciones, bastará su silencio para salvar su persona.
Todos los seres participan en la vida universal, y no se
perjudican unos a otros.
Todas las leyes de los cuerpos celestes y las que regulan
las estaciones se cumplen
simultáneamente sin interferirse entre sí. Las fuerzas
de la naturaleza se manifiestan tanto haciendo deslizar
un débil arroyo como desplegando descomunales energías
capaces de transformar a todos los seres, y en esto
consiste precisamente la grandeza del cielo y de la
tierra.
El sabio pretende que sus acciones virtuosas pasen
desapercibidas a los
hombres, pero día por día se revelan con mayor
resplandor; contrariamente, el hombre inferior realiza
con ostentación las acciones virtuosas, pero se
desvanecen rápidamente.
La conducta del sabio es como el agua: carece de sabor,
pero a todos complace; carece de color, pero es bella y
cautivadora; carece de forma, pero se adapta con
sencillez y orden a las más variadas figuras.
Contrólate a ti mismo hasta en tu casa; no hagas, ni aún
en el lugar más secreto,
nada de lo que puedas avergonzarte.
Sin ofrecer bienes materiales el sabio se gana el amor de
todos; sin mostrarse cruel ni encabezado, es temido por
el pueblo más que las hachas y las lanzas.
La pompa y la ostentación sirven de muy poco para la
conversión de los pueblos.
Tercer
libro clásico
Si el hombre sabio observa una conducta displicente, no
inspirará respeto; si se
limita a estudiar, sus conocimientos no serán profundos.
Debéis ser siempre sinceros, fieles y actuar con buena
fe. No entabléis amistad con personas de virtud o
conocimientos inferiores a los vuestros. Si tenéis algún
defecto, procurad corregirlo.
La cortesía que debe presidir nuestras actuaciones
cotidianas se fundamenta
principalmente en el respeto y comprensión hacia todos.
Se puede calificar de " hombre superior " El
que primero pone en práctica sus
ideas, y después predica a los demás lo que él ya
realiza.
La verdadera ciencia consiste en conocer que se sabe lo
que realmente se sabe, y
que se ignora lo que en verdad se ignora. En esto
consiste la verdadera sabiduría.
Aprende a escuchar sin descanso para disipar tus dudas;
mire tus palabras, para
que nada de lo que digas sea superfluo; sólo de este
modo lograrás evitar todo error.
Obsérvalo todo, para prevenir los daños que pudiera
ocasionarte una insuficiente
información. Controla tus acciones, y así no tendrás
que arrepentirte con frecuencia de ellas. En cuanto hayas
conseguido que tus palabras sean normalmente rectas, y no
debas arrepentirte con frecuencia de tus acciones, serás
digno del cargo que ocupas.
Conocer lo que es justo y no practicarlo es una cobardía.
El hombre superior no discute ni se pelea con nadie. Sólo
discute cuando es
preciso aclarar alguna cosa, pero aún entonces cede el
primer lugar a su antagonista
vencido y sube con él a la sala; terminada la discusión,
bebe con su contrincante en señal de paz. Estas son las
únicas discusiones del hombre superior.
Los hombres ambicionan las riquezas y los honores, pero
si no es posible
obtenerlos por medios honestos y rectos, deben renunciar
a estos bienes. Los hombres huyen de la pobreza y de las
injurias, pero, si no pueden evitarse por caminos
honestos y rectos es preciso aceptar estos males.
Los defectos y faltas de los hombres dan a conocer su
verdadera valía. Si
examinamos con atención las faltas de un hombre,
llegaremos a conocer si su bondad es sincera o fingida.
Observad a los sabios para comprobar si vosotros poseéis
sus virtudes. Observad
también a los perversos para meditar en vuestro interior
si estáis libres de sus defectos.
Los que controlan en todo momento sus actos, raras veces
se desvían del camino
recto.
Una virtud nunca puede subsistir aislada; siempre ha de
hallarse protegida por
otras virtudes.
El hombre prudente es parco en el hablar pero activo en
el obrar
Cuando empecé a tratar con los hombres, escuchaba sus
palabras y confiaba en
que sus acciones se ajustarían a las mismas. Ahora, al
tratar con los hombres, escucho sus palabras y al propio
tiempo observo sus acciones.
No he conocido a ningún hombre que obrara siempre de
acuerdo con sus
principios. Yo no hago a los demás lo que no quisiera
que ellos hicieran conmigo.
El que sabe mantener un porte digno aun cuando se halla
entre sus amigos,
conseguirá que sus más íntimos amigos sientan un gran
respeto hacia él.
Lo único que yo ambiciono y deseo es no caer en la
necesidad de vanagloriarme
por mis virtudes y por mi inteligencia, y no pregonar mis
buenas acciones.
Un hombre digno debe ayudar a los necesitados, pero no
aumentar los bienes de
los ricos.
Es mejor amar la verdad que el frío conocimiento de la
misma; es mejor
complacerse en la práctica de la verdad, que el simple
amor hacia ella.
Estaría dispuesto a ejercer cualquier oficio si con él
pudiera obtener grandes
riquezas por medios honrados; si por el contrario, para
enriquecerse debiera emplear
medios deshonestos, preferiría seguir en la pobreza
dedicándome a mis actividades
favoritas.
No he hallado todavía ningún hombre santo; como máximo
sólo he logrado
conocer a algún hombre sabio. No comprendo cómo puede
haber hombres que actúen sin saber lo que hacen.
Quienes son pródigos en exceso y se entregan al lujo, fácilmente
se vuelven
orgullosos.
Cuando el hombre se halla cerca de la muerte, sus
palabras son sinceras y
veraces.
Es posible lograr que el pueblo siga al hombre bueno,
pero nunca se le podrá
forzar a que le comprenda.
En general los hombres aman más la belleza corporal que
la virtud.
Cuando uno no ha alcanzado todavía la perfección en el
servicio de los hombres,
¿Cómo es posible que sea digno de servir a los espíritus?
¿Qué es la muerte? Si todavía no sabemos lo que es la
vida, ¿Cómo puede
inquietarnos el conocer la esencia de la muerte?
Tan malo es pasar de la medida como no alcanzarla.
En público, compórtate siempre como si estuvieras ante
un personaje muy
distinguido; cuando debas dar alguna orden al pueblo,
muestra el mismo respeto y
dignidad como si estuvieras ofreciendo el gran sacrificio.
No quieras para los demás lo que no quisieras para ti.
El hombre bondadoso es mesurado al hablar. El hombre
noble es el que nunca
sientes pesar ni temor. Sólo el que cuando se examina en
su interior no encuentra nada malo puede verse libre de
todo pesar y de todo temor.
Resulta totalmente imposible gobernar un pueblo si éste
ha perdido la confianza
en sus gobernantes.
Buscar ante todo la rectitud de nuestras palabras, y
ajustar luego nuestra conducta
a ellas. Obrar siempre de acuerdo con la justicia, para
perfeccionarnos cada día en su
realización. Las inquietudes interiores provienen de
desear la vida de quienes se ama, mientras que se desea
la muerte de aquellos a quienes se podía, ya que ello es
como desear al mismo tiempo la vida y la muerte de
alguien. El hombre perfecto no pone su máxima aspiración
en las riquezas.
Reflexionar con calma antes de adoptar ninguna
determinación, no cansarse
nunca de obrar el bien, y tratar cada asunto según
convenga.
Lo primero que debe mirar el jefe es que su conducta sea
sencilla, recta y justa en
todo momento; detener siempre en cuenta los consejos de
los demás hombres, ha de
controlar en todo momento sus propios actos, y nunca debe
mandar despóticamente.
El medio más eficaz para combatir nuestros vicios y
malas inclinaciones consiste
en no combatir los vicios y malas inclinaciones de los
demás antes de haber eliminado los propios.
¿En qué consiste la bondad? En amar a todos los hombres.
¿En qué consiste la
ciencia? En conocer a los hombres. El noble no expresa
nunca su parecer sobre las
cosas que no comprende. Busca la máxima precisión en
sus palabras; esto es lo más
importante.
Si quien gobierna no es justo, aunque ordene que se
practique la justicia no será
obedecido.
Cuando el pueblo es tan numeroso, ¿Qué puede hacerse en
su bien? Hacerlo rico y feliz. Y cuando sea rico ¿Qué más
puede hacerse por él? Educarlo.
Quien se controla a sí mismo y por el bien, no tendrá
dificultad alguna para gobernar con eficacia. Al que no
sabe gobernarse a sí mismo, le resultará imposible
ordenar la
conducta de los demás hombres.
¿Cuál es la esencia de un buen gobierno? No resolver
los asuntos con precipitación y no buscar el propio
provecho.
Si todos los habitantes de nuestra aldea sienten afecto
hacia un hombre, ¿Qué debemos opinar de él? Este hecho
no resulta suficiente para emitir un juicio sobre dicho
hombre.
El hombre vulgar es vano y orgulloso, aun cuando su
posición no sea elevada. Se halla muy cerca de la
perfección el hombre que es constante, paciente, humilde
y mesurado en el hablar.
Aún cuando se abre, deben imponerse castigos cuando
convenga. La fidelidad no es
contraria a una justa corrección.
El que habla en exceso y sin cordura raras veces pone en
práctica lo que dice. El hombre noble nunca teme que sus
palabras superen a sus obras.
No debe afligirnos el que los hombres no os conozcan. Lo
lamentable es que no seáis
dignos de ser conocidos por los hombres.
La prudencia aconseja no indignarse cuando los hombres
nos engañan, no entristecerse cuando son infieles. El
hombre prudente prevé siempre estas eventualidades.
El que de niño no ha respetado a sus hermanos ni a sus
padres, en la edad madura no ha echo nada provechoso, y
al llegar la vejez no ha muerto, es un hombre
despreciable.
¿Qué es lo más importante para alcanzar una conducta
correcta? Ser sincero en todo
momento y mantener siempre la palabra dada. Procurar que
aún el menor gesto refleje la dignidad interior, y no
cometer ninguna acción asombrosa. Si obras así, tu
conducta será admirada en todos los lugares, aún entre
los pueblos bárbaros. Por el contrario, si no eres
sincero, si faltas a tus promesas, si tus gestos no son
dignos o tus acciones son deshonrosas, tu conducta será
despreciada tanto en una ciudad de 10.000 familias como
en un villorrio de 35 vecinos.
El hombre que no medita y obra con precipitación, no
podrá evitar grandes fracasos.
No he hallado a nadie que amase las virtudes con la misma
intensidad con que se ama la belleza corporal.
Sed rígidos con vosotros mismos, pero condescendientes
con los demás. De este modo os veréis libres de toda
envidia y resentimiento.
El hombre que no examina cada día en su interior lo que
debe hacer, lo que debe imitar, lo que debe aconsejar, y
lo que debe reprochar, no hará nada bueno en su vida.
Cuando permanecen muchas personas reunidas durante todo
un día, no todo lo que se comenta es justo y equitativo.
Es muy frecuente se hable sobre cosas vulgares y que
abunden las conversaciones necias.
El noble no da crédito a las palabras por la sola
autoridad de quien las pronuncia;
tampoco rechaza la verdad aunque provenga de una persona
ignorante.
La inconstancia y la impaciencia destruyen los más
elevados propósitos.
Cuando la muchedumbre desprecia a alguien, debéis
examinar con objetividad su
conducta antes de emitir vuestra opinión. También
cuando la multitud aclama a alguien, es preciso
contemplar con imparcialidad sus obras antes de
aprobarlas.
El hombre puede ensalzar las excelencias de la virtud,
pero la virtud no puede
proporcionar prosperidad y fama al hombre.
Sólo puede ser calificado como " vicioso " el
que comete un acto deshonroso y no se
corrige.
El noble sólo busca la verdad y no se aferra con ciega
obstinación a su criterio.
Transmitid la cultura a todo el mundo, sin distinción de
razas ni de categorías.
Las palabras han de expresar con fidelidad nuestro
pensamiento.
Los ministros de un príncipe virtuoso deben evitar tres
faltas: la petulancia, consistente en
hablar cuando nadie les ha pedido su opinión; la timidez,
que consisten no atreverse a
expresar su opinión cuando se les invita a ello; y la
imprudencia, que consiste en hablar sin haber observado
antes el estado de ánimo del príncipe.
Sólo los hombres de profunda inteligencia y los necios
de mente más obtusa permanecen invariables.
Si se mata una gallina, ¿Para qué utilizar un cuchillo,
que sirve para matar bueyes?
Si respetáis vuestra propia persona y a todos nuestros
semejantes, nadie podrá
despreciaros; si sois generosos, os ganaréis el afecto
del pueblo; si sois sinceros, nadie desconfiará de
vosotros; si todos vuestros actos os aproximan al bien,
vuestro mérito será grande; el amor a los hombres es la
mejor arma para gobernar con eficacia.
Aún las profesiones más humildes son dignas de respeto.
Puede calificarse como " amante del estudio "
quien cada día adquiere un conocimiento nuevo, y cada
mes retiene lo que ha aprendido.
No os avergoncéis de preguntar para resolver vuestro
dudas, y meditad las respuestas que os hayan sido dadas.
Los hombres vicioso procuran disimular sus faltas con
apariencias de honradez.
Basta una sola palabra acertada del noble para que se le
considere entendido sobre una cosa, pero también basta
que cometa un solo error para que se diga que no sabe
nada. Por consiguiente, el noble debe vigilar mucho sus
palabras.
El buen gobernante debe ser generoso sin caer en la
prodigalidad; debe cobrar los
impuestos suficientes para llevar una vida digna, sin
caer en la codicia; su porte debe ser digno y grave, sin
dejarse llevar por una vana ostentación; debe tener
autoridad, sin que su mando sea despótico; debe exigir
con cautela la colaboración del pueblo en los trabajos públicos,
para no suscitar su resentimiento.
Realizar cuanto sea para el bien común, ¿No es ésta la
mejor forma de generosidad?
Desear únicamente las riquezas necesarias para la práctica
de las virtudes propias de su dignidad, ¿Puede esto
llamarse "codicia?" Si sus propiedades
particulares no son demasiado grandes ni demasiado pequeñas,
si se ocupa de los asuntos que no son ni muy importantes
ni muy insignificantes, si se mantiene a cierta distancia
de los hombres sin despreciar a nadie, ¿No es esto la
dignidad exenta de orgullo? Si cuida su aspecto exterior,
si es equilibrado y ecuánime en todos sus actos, el
pueblo entero lo respetará sin experimentar temor, ¿No
consiste en esto la autoridad libre de despotismo? Si sólo
utiliza el trabajo de los súbditos para realizar lo que
es razonablemente necesario, ¿Quién podrá experimentar
resentimiento?
Los cuatro vicios relativos al gobierno son los
siguientes: no instruir al pueblo y ocultarse la verdad,
lo cual recibe el nombre de " tiranía ";
exigir una conducta perfecta a todos los iudadanos sin
informarles previamente sus obligaciones, lo que recibe
el nombre de " opresión "; no tener prisa en
dar las órdenes y pretender luego que se cumplan en el
acto, lo que representa una grave injusticia; buscar
siempre el propio provecho, lo que recibe el nombre
" egoísmo ".
Cuarto
libro clásico
Si la ganancia o el provecho se anteponen a la justicia,
los súbditos nunca estarán
satisfechos y el príncipe se hallará en un peligro
constante.
Si los hombres con canas pueden cubrirse con vestidos de
seda y comer carne, si los
jóvenes de negros cabellos dejan de padecer hambre y frío,
la vida del reino será
próspera. No ha existido ni un solo príncipe que
obrando así haya dejado de alcanzar
autoridad sobre su pueblo.
Si un rey no gobierna con rectitud, es decir, si no colma
de beneficios a su pueblo, es
porque no quiere y no porque no pueda.
Si un príncipe se entristece por las desgracias de su
pueblo, los súbditos también sentirán pesar por las
tristezas de su príncipe. Si el príncipe se alegra con
la felicidad de su pueblo, y hace suyas las penalidades
de sus súbditos, no tendrá dificultad alguna en su gobierno.
Si tú amas con locura las riquezas, no debes hacer otra
cosa que compartirlas con el
pueblo.
Lo que hacen los gobernantes es luego imitado por el
pueblo. No puedes, por
consiguiente, acusar ahora al pueblo de su proceder ni
condenarle por ello, pues ha
imitado lo que había aprendido de su príncipe; ha
devuelto que se le había dado.
El noble que pretende fundar una dinastía no aspira a
ser elevado a la dignidad Imperial, sino que se limita a
preparar el camino para sus descendientes; si la voluntad
del cielo le es propicia, será elevado el mismo a la
suprema dignidad.
La sabiduría y la prudencia de nada sirven si no se
presenta una ocasión propicia; los
buenos arados nada pueden por sí solos, si no se
presenta una estación favorable.
Es preciso obrar con rectitud sin pensar en las
consecuencias. No debemos omitir el
cumplimiento de nuestros deberes, ni realizarlos antes de
tiempo.
Quien pretenda someter a los hombres por la fuerza de las
armas no alcanzará la
sumisión de sus corazones; por esto, la violencia nunca
es suficiente para dominar a los hombres. Quien conquista
a los hombres por la virtud, consigue que todos se
sometan a él sin reservas y con corazón alegre.
Las desgracias, al igual que la fortuna, sólo llegan
cuando las hemos buscado con
nuestros actos.
Cuando el cielo nos envía calamidades, podemos
superarlas; cuando las hemos buscado nosotros mismos,
sucumbiremos ante ellas.
Quien no haya sentido nunca compasión hacia los demás
no es en verdad un hombre,
tampoco puede ser considerado verdadero hombre quien jamás
haya experimentado los sentimientos de vergüenza y
aversión; el que no posea los sentimientos de abnegación
y respeto no puede ser considerado verdadero hombre;
quien no distinga lo verdadero de lo falso, lo justo y lo
injusto, no es un hombre.
Nada es más digna de admiración en un hombre noble que
el saber aceptar e imitar las virtudes de los demás.
Lo que hagáis, a vosotros os pertenece; yo sólo debo
responder de mis propios actos.
Para la pensante un reino no son suficientes ni las
fortificaciones que se construyan, ni los obstáculos
naturales que representan las montañas y los ríos, ni
la abundancia de armas. a mejor defensa de un reino
consiste en la decidida voluntad de sus habitantes, la
cual se conquista mediante un gobierno humanitario y
justo.
Quien ocupa un cargo público y no puede cumplir con sus
obligaciones debe dimitir.
Si un medicamento no altera el organismo del enfermo,
tampoco producirá la curación.
No puede ser bueno quien sólo piensa en acumular
riquezas; no puede ser rico quien sólo piensa en
practicar el bien.
Si los maestros enseñan con claridad los deberes a todos
los ciudadanos del reino, estos vivirán entre sí en
concordia y armonía.
La generosidad consiste en repartir las riquezas entre
los necesitados; la rectitud consiste en buscar el camino
del bien a los descarriados; la bondad es la virtud que
debe poseer el emperador para ganarse el afecto de todos
sus súbditos.
En este mundo sólo se pueden seguir dos caminos: el del
bien o el del mal; no existe otra posibilidad.
Los reinos pequeños imitan a los poderosos, pero se
avergüenzan de recibir órdenes de ellos y no quieren
acatarlas.
Los reinos perecen a causa de su interna descomposición
antes de que los demás reinos los ataquen.
Buscáis el camino recto a lo lejos y lo tenéis junto a
vosotros. Creéis que el bien consiste en la realización
de cosas difíciles, cuando no es más que realizar con
rectitud las cosas fáciles.
Cuando se emprenden guerras para conquistar nuevos
territorios, los campos quedarán cubiertos por los
cuerpos de las víctimas.
No puede pensarse en ningún mal mayor que en la pérdida
del mutuo afecto y cariño
entre padres e hijos.
Hay hombres que tienen fama de grandes creadores porque
nunca nadie les ha refutado sus endebles argumentos. Uno
de los principales defectos de los hombres consiste en
pretender erigirse en modelo de los demás.
Las normas de conducta son inmutables, todos los Santos
han obrado de conformidad con sus principios.
Cuando el príncipe empieza a imponer castigos a sus
funcionarios sin que hayan
cometido delito alguno, los ministros prudentes se
apresuran a abandonar el reino.
Si el príncipe es justo, nadie será injusto; si el príncipe
es bondadoso, nadie será cruel.
Es preciso que los hombres conozcan el mal para poder
evitarlo y entregarse a la práctica del bien.
Quien divulga las acciones viciosas de sus semejantes
construye su propia ruina.
El hombre noble conserva durante toda vida la ingenuidad
e inocencia propias de la
infancia.
El hombre sabio, en cuanto ha alcanzado una virtud, se
aferra fuertemente a ella y ya no la pierde jamás; en
cuanto ha perfeccionado al máximo la virtud adquirida,
la guarda cuidadosamente en su interior como fuente
inagotable de energía.
Las palabras en sí mismas son inocuas, pero sus
consecuencias pueden ser funestas si son despectivas.
Quien ama a los hombres, es amado por ellos; quien los
respeta es, a su vez, respetado. Supongamos que habiéndose
portar con nosotros de una forma descortés o grosera; si
somos prudentes, lo primero que debemos preguntarnos es
si con anterioridad hemos cometido alguna descortesía
con dicha persona o si hemos sido injustos con ella; su
actitud hacia nosotros debe de tener algún fundamento.
Caso de que lleguemos a la conclusión de que no hemos
cometido ninguna injusticia contra tal persona, sino que
nos hemos mostrado siempre con ella bondadoso y corteses,
debemos seguir analizando las posibles causas de actitud
descortés o grosera. Si somos prudentes, debemos
reflexionar si hemos cometido la menor incorrección en
nuestra conducta. En el supuesto de que tampoco hayamos
cometido incorrección alguna, entonces la descortesía o
grosería del ofendido carece totalmente de fundamento y
el hombre prudente, ante tal situación, debe concluir:
" este hombre no es más que un extravagante y un
necio; en nada se diferencia de una bestia, en cuyo caso,
¿por qué debe preocuparme la actitud o actos de una
bestia? ".
Gozar de prestigio y de consideración es una de las
cosas que los hombres ambicionan con más ardor.
El primer más importante de la piedad filial consiste en
honrar a nuestros padres como es debido. La mejor prueba
de este amor a los padres consiste en procurarles el
sustento necesario.
No lo pudo hacer por medio de palabras, porque el Cielo
no habla. El Cielo manifiesta su voluntad a través de
los méritos y buenas acciones de los hombres. Esta es la
única manera con que manifiesta su voluntad. El Cielo de
a través de los ojos del pueblo; el Cielo huye a través
de los oídos del pueblo.
El Cielo gobierna los acontecimientos del mundo sin ser
visto; esta acción oculta del Cielo es lo que se llama
" El destino ".
Jamás he oído que un hombre que no actuara con rectitud
lograse enderezar a los
demás. Menos aún podría lograr que los demás fueran
sinceros quien observara un
comportamiento hipócrita.
Los ministros se conocen por las personas a quienes
acogen en su casa cuando están en la corte, y por las
casas en que se alojan cuando están fuera de ella.
Para que pueda trabarse una verdadera amistad, es preciso
prescindir de la superioridad que puedan otorgar la edad,
los honores, las riquezas o el poder. El único motivo
que nos debe incitar a la amistad es la búsqueda de las
virtudes y el mutuo perfeccionamiento.
El superior debe honrar y respetar la sabiduría de sus súbditos,
y el inferior debe
mostrarse respetuoso y cortés con sus superiores, en
atención a la dignidad que ostentan; respetar la
dignidad y honrar a los sabios son dos manifestaciones de
un mismo deber.
Quien para permanecer fiel a sus principios rechaza ser
elevado a una condición honrosa permanece feliz aún sin
honores. Quien para no apartarse del recto camino rechaza
unas rentas permanece gozoso en su pobreza.
La naturaleza humana no es ni buena ni mala. Según esto,
la bondad o malicia de los
hombres es algo posterior a la propia naturaleza humana
en su origen. Si el hombre
posee la capacidad de obrar, es necesario que poseía
también una norma para dirigir sus actos.
Si el supremo bien del hombre consistiera en conservar la
vida, no haría otra cosa que dedicarse a descubrir y
practicar todo aquello que pudiera prolongarla. Si el más
temible mal del hombre fuera la muerte, investigaría y
practicaría todo lo que pudiera alejar o evitarle este
mal. Hay cosas que amamos más que la vida, así como hay
otras más temibles que la muerte; éste es un
sentimiento común a todos los hombres.
El camino recto es como una ancha avenida; no es difícil
encontrarlo cuando se busca, ero los hombres no se
esfuerzan por descubrirlo.
Cuando el sabio, una determinación, es imposible que el
pueblo penetre en los
verdaderos motivos de la misma. Cuando un príncipe se ve
rodeado por hombres
perversos, aduladores y servirles, ¿Acaso puede gobernar
con acierto y eficacia?
Cuando el Cielo quiere conferir a alguien una difícil
misión, antes pone a prueba la
fortaleza de su ánimo y el equilibrio de su mente con
las dificultades de una vida dura;
fatiga sus músculos y todo su cuerpo con rudos trabajos,
que ponen a prueba su
resistencia; mortifica su carne y su piel con los rigores
del hambre y del frío; les somete a las mayores
privaciones de la miseria; determina que no tengan éxito
en sus empresas para que se enfrenten con el fracaso. De
este modo, el cielo estimula sus virtudes, fortalece su
cuerpo y les hace aptos para afrontar las dificultades
con que tropezarán en el cumplimiento de su alta misión.
La dificultad es lo que más estimula al hombre a vencer
sus deficiencias y superarlas. Sólo cuando se han
padecido toda clase de privaciones y trabajos, sólo
cuando se ha visto el rostro de la miseria, sólo
entonces es posible conocer a fondo la naturaleza humana.
El hombre cumple la voluntad del Cielo cuando se esfuerza
en perfeccionarse a sí mismo.
Si buscáis encontraréis, si sois negligentes lo perderéis
todo. El que busca lo que está en su interior lo
descubrirá y lo alcanzará; el éxito de esta búsqueda
es seguro, una ley invariable garantiza la adquisición
de lo que se busca. Si, por el contrario, buscamos lo que
está fuera que nosotros, todos los esfuerzos resultarán
infructuosos.
El origen de todas las acciones se encuentra en el
interior de nuestro ser. Si reflexionando sobre nuestros
propios actos descubrimos que son conformes con nuestra
naturaleza racional, experimentaremos la más intensa
satisfacción.
El hombre no puede dejar de arrepentirse de sus faltas.
Si una sola vez se arrepiente de no haberse arrepentido
de sus faltas, ya no volverá a tener motivos de
arrepentimiento.
El pueblo no valora el mérito de un buen gobernante. El
buen gobernante encamina al
pueblo hacia el bien con su sola presencia su acción es
oculta e imperceptible como la de los espíritus. El
influjo de su virtud se hace sentir por todas partes,
como el de las sutiles fuerzas del cielo y de la tierra.
La influencia de un buen gobernante no tiene límites.
Los ejemplos de bondad penetran con mayor profundidad en
el corazón de los hombres que las buenas palabras; es más
fácil obtener el afecto del pueblo obrando con rectitud
y aconsejándole rectamente, que mediante una
administración eficaz y unas leyes justas. El pueblo
desconfía de las leyes y de la administración; el
pueblo ama los buenos ejemplos y los acertados consejos.
Con unas leyes justas y una administración eficiente, se
consigue aumentar las rentas del reino; con buenas enseñanzas
y buenos ejemplos, se conquista l corazón de los súbditos.
Las penas y privaciones agudizan la inteligencia y
fortalecen la prudencia.
Nadie debe comer sin habérselo ganado.
Los caminos del sabio son elevados e inasequibles. Sus
actos pueden ser admirados, pero no imitados.
El carpintero hábil no se hace torpe para poder ser
imitado por cualquiera de sus
ayudantes.
Quien se abstiene de lo que no debiera abstenerse es
mejor que se abstenga de todo; el que trata con frialdad
a quienes debiera tratar con ternura acabará tratando
con frialdad a odo el mundo; quienes avanzan
precipitadamente también retrocederán con la misma
precipitación.
Es preferible desconocer los libros históricos, que
aceptar incondicionalmente cuanto en ellos se refiere.
Dar muerte a un pariente próximo de otro hombre es el
crimen que más funestas
consecuencias provoca.
Yo no hago el menor caso de las murmuraciones y críticas
de los hombres.
Para que nuestras palabras estén siempre conformes con
la equidad, es preciso evitar la excesiva familiaridad
con quienes nos rodean; él mutuo respeto es la mejor
defensa contra las palabras descorteses y groseras. Si el
hombre culto habla cuando debería allar, todos quedan
perplejos ante sus palabras; si, por el contrario, el
hombre culto calla cuando debería hablar, todos quedan
desconcertados ante su silencio.
Las mejores palabras son aquellas que encierran un
profundo significado y, al mismo
tiempo, resultan comprensibles para todo el mundo.
El mayor defecto de los hombres consiste en preocuparse
arrancar la cizaña de los
campos ajenos, descuidando el cultivo de sus propios
campos.
El mejor medio para alcanzar las virtudes de la justicia
y la equidad consisten en dominar las pasiones. Quien se
deja dominar por las pasiones es muy difícil que obre
con justicia y equidad.
Todo hombre debe cumplir con su deber, prescindiendo de
lo que los demás pueda decir de su conducta. Quienes actúan
únicamente para merecer la aprobación de los demás
hombres pueden ser considerados como aduladores del mundo;
éstos son los hombres de virtud aparente que en la
actualidad son considerados como los más honrados.
|