Había pensado escribir mi propia versión de este artículo de Art Buchwald, que aunque no estoy casado me identifica plenamente.Hasta tenía pensado el título "¡Que duro es ser perfecto!". Sin embargo leyendo el artículo original debí reconocer que estaba insuperable, no le falta ni le sobra una sola coma. Así es que mejor lo copio tal cual.

Art, si por casualidad lees mi web no te enojes por el copyrigth ni trates de cobrarme porque no tengo un peso. Tómalo como un homenaje...

T.B. 

¡Qué difícil es ser un marido perfecto!

Aunque no me hace mucha gracia reconocerlo, soy el marido perfecto. No lo afirmo por afán de presumir, ni quiero que se me tache de fanfarrón. Nadie debe envanecerse de ser un marido perfecto, pues este es un don que Dios concede a unos y niega a otros. El marido perfecto es aquel que puede notar los defectos en su mujer, corregirlos cuando sea necesario e indicarle en qué y como se ha equivocado.

Los peritos en cuestiones conyugales afirman que los matrimonios felices son aquellos en que uno de los conyugues es perfecto y el otro no. La mayoría de los casamientos se echan a perder cuando ambos esposos son perfectos o ambos imperfectos. Personalmente, tuve la suerte de casarme con una esposa imperfecta y, por ello nuestra unión ha resultado ideal.

No es fácil ser un marido perfecto. El primer requisito consiste en tener siempre la razón y, a veces, resulta muy desagradable eso de verse obligado a señalar constantemente  a la esposa los errores que comete, pues de cuando en cuando se exaspera y grita: "Lo único que quiero es salir ganando una disputa contigo. Déjame ganarla aunque sea una vez".

Me encantaría que resultara victoriosa en una pelea doméstica, pero ¿como puede ser si siempre está equivocada? Claro que podría yo mentir, declarando que la razón estaba de su parte; pero a ninguna mujer puede inspirarle respeto un marido equivocado.

Permítaseme señalar los problemas que se le presentan a un marido perfecto.

Mi esposa ha estado con los niños todo el día. Naturalmente la dominan los nervios. a cada rato amonesta a los chiquillos gritando: "¡Ya verán cuando llegue su padre!" Y el marido perfecto llega al hogar. Tiene  que representar el papel de juez del Tribunal Supremo; está obligado a escuchar a ambas partes contendientes.

En muchos casos me he visto forzado a dictar sentencia en contra de mi consorte. Puede haber exigido que mi hijo fuera a acostarse sin cenar, o quizá prohibido a mi hija que saliera a la calle a patinar.

Pero, después de escuchar los argumentos de una y otra parte, he dictaminado en favor de los niños, lo que, naturalmente exacerba y desilusiona a mi amada esposa... que con frecuenia se encoleriza. Pero no me queda otro remedio. Puesto que soy también el padre perfecto, no quiero que mis hijos piesen mal de mí.

Como marido perfecto, a veces he tenido que señalar a mi costilla los defectos de sus parientes. En algunas ocasiones ella opina que mi crítica es injusta, pero arguyo que la ciega el cariño hacia su familia y que, como yo no tengo consanguinidad con ninguno de sus parientes, me es fácil descubrir qué defectos tienen.

Si se es perfecto en el seno del hogar, también hay que serlo en las fiestas y reuniones sociales, donde, personalmente, me agrada halagar a las damas: Mi esposa siempre ha insistido en que le preste yo atención especial en las reuniones y algunas de nuestras disputas han resultado de que, según ella, he tenido más atenciones con otras mujeres.

Le cuesta trabajo comprender que,  siendo como soy el marido perfecto, no debe monopolizarme. Algunas de las damas con quienes converso quizá no tengan maridos perfectos y, por lo mismo, necesitan alguien que escuche sus penas y les sonría amablemente. Pero, según mimujer, eso no es mas que "flirteo".

Hay hombres que opinan que un marido perfecto debe trabajar y ser útil en las labores domésticas; cortar el césped, sacar la basura,barrer el sótano o reparar el tejado.No hay tal. Los reyes no montan guardia, los presidentes no limpian la nieve de las calles, los primeros ministros no lavan sus autos. Cuando se es marido perfecto, hay que conservar la dignidad y delegar la autoridad o, en otras palabras, dejar que los imperfectos se encarguen de los trabajos innobles.

Si usted, lectora, está casada con un marido perfecto, habrá reconocido ya en su esposo las señales que he dicho aquí. Si no, es natural que deplore la desgracia de no haberse casado conmigo.